domingo, 3 de abril de 2011

En un país multicolor...


No entiendo por qué la gente se alarma pensando en una posible migración de la población asiática a nuestro país. Hace unos días mantenía una conversación en la que se cuestionaba la dificultad del idioma chino. Más bien, la mayoría afirmaba no poseer facultad alguna para el aprendizaje de tal lengua  y el otro 10% se resignaba a absorberlo si no quedara más remedio.

Porque el idioma se asocia a la inteligencia; y de eso los asiáticos están más que bien dotados; el diálogo pasó a ser una puesta en común de exclamaciones sobre la rápida difusión de los llamados “chinos” entre las calles españolas.

¿Quién no ha ido a un “chino” en una urgencia de ausencia de algo “imprescindible” en el momento? Ó simplemente porque el artículo deseado no merecía, a juicio del comprador, el pago de mayor precio que el que le dieran en el “chino”.

En cada provincia, ciudad, barrio y casi calle hay un “chino”. Los “chinos” crecen, cada vez más  y los españoles se inquietan imaginando una irrupción en el país cual “Invasión a la tierra”

-¡Fijaos en lo rápido que plantan sus locales en cualquier sitio y empiezan a vender como si no hubiera más tiendas a su alrededor! -decía ella alarmada, mientras en su rostro se reflejaba fielmente la mezcla de desasosiego e incertidumbre.

- ¡Sí! ¡Y sin saber ni papa de español!, que cada vez que entro en uno me entienden por señas y si no me entienden me lo venden igual! –le seguía la otra.

- Lo que es increíble es la facilidad con la que se organizan ante catástrofes o situaciones que requieran de una actuación inmediata –aportaba una servidora-. ¿Habréis visto cómo hacían cola rápidamente para tomar víveres en Fukushima, verdad? Con una disciplina asombrosa. Algo casi imposible de llevar a cabo aquí, creo…

-¡Sí, sí! se les veía a todos quietos, ¡haciendo cola, con la que estaba cayendo! Que os digo yo que nos invaden y luego ¡a ver qué hacemos! –alertaba de nuevo la primera.

La siguiente conversación que surgió al respecto fue, solamente, tres días después. 

-Tú sigue dándole a los idiomas que falta nos van a hacer… Necesitaremos a gente que  interprete a los japoneses cuando nos invadan, por lo menos para saber a dónde tenemos que dirigirnos para no estorbar… -decía uno.

Y yo me reía en un pensamiento de que la situación se estaba exagerando y de que la sangre no llegará al río.

-Ríete, ríete… ¡que el país les va a desaparecer! Se van a tener que venir todos y ahí no queda la cosa… Que la ola nuclear está por llegar y en el 2012 se acaba todo que te lo digo yo… Ya te acordarás de mí cuando se esté destruyendo todo y yo esté en mi búnker a salvo… Dirás: ¡qué razón tenía!... –bromeaba.

Es cierto que los “chinos” abundan en las ciudades, pero ¿y el servicio que nos prestan? ¿Y el dinero que nos ahorran? También es lícito que los países debemos ayudarnos ante catástrofes como la que ha acontecido en el país nipón y acoger a quienes lo necesiten pero, ¿por qué no tomarlo como algo positivo para el desarrollo de la sociedad?.  ¿No es certero que la cooperación consigue el equilibrio?

Lo que está claro es que nunca llueve a gusto de todos, así que la polémica está servida. Personalmente me apunto la idea de alguien a quien, normalmente, tomo muy en cuenta: “montemos un “chino” en Alemania”. Por si la crisis no remonta…

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