miércoles, 30 de marzo de 2011

Sorry corazón, si te hablo en español


Hace cuatro días acudí a una fiesta “typical Spanish” que ofrecían unos amigos en Madrid; que no madrileños. La verbena en sí fue todo un éxito, demasiado quizá; la cosa se fue un poco de las manos…; pero el objetivo se había cumplido. Aunque éste le dejaré para otro día.

Una amiga podría decirse que dedicó toda una noche a rememorar los trabajos manuales de sus años de colegiala. Tijera en mano y armada de paciencia hasta los dientes recortó cartulinas rojas y amarillas hasta que su visión se distorsionó en forma rojigualda. Una servidora; desde mi humilde ayuda; enhebró las banderitas españolas y el hombre de la casa las colgó del techo del salón; por eso de que las mujeres y las escaleras quizá no nos llevamos muy bien, sobre todo en falda.

Tras este “arduo” trabajo, hubo que comprar la comida; por supuesto típica española; necesaria para alimentar a los invitados y prepararla, en comuna. Para que luego digan que los españoles no sabemos  trabajar en equipo…

Y aquí está el meollo del asunto, el kit de la cuestión . La comida. La comida española. En concreto las apreciadas TAPAS. Porque ¿qué hay más típico español que el noble arte del tapeo? Nada. Y precisamente por su nobleza, de él han disfrutado hoy el príncipe de Gales y la duquesa de Cornualles.

En pleno centro madrileño, en su mercado más castizo, se han deleitado con unos higos y albaricoques secos acompañados de una crema de yogur de la que, seguramente a partir de ahora, sea la yogurería más visitada de la capital española. Y es que, qué mejor publicidad que un  “very good” galés como veredicto.

Lo que puede que sorprenda es que el príncipe haya rechazado el producto más “typical Spanish” que hay, junto con la tortilla de patata; el jamón. Lo deja para más adelante y no le falta razón. Todo lo bueno se hace esperar.

Y mientras la monarquía británica disfruta de los manjares españoles, niños y mayores se entusiasman al comprobar en primera persona que no son tan inaccesibles como les pintaban, con una sonrisa cómplice de Camila e incluso les hacen fotos desde todos los ángulos posibles. Hay que inmortalizar lo que un día se les cuente a los nietos; sin fotos no tiene gracia.

Puede que se quiera llevar a cabo la conquista del estómago para afianzar aún más las relaciones entre los dos países. “Una de las más antiguas, profundas (…) e intensas que existen entre dos naciones”, según Carlos, dejando a un lado “la guerra, la religión y la rivalidad económica”.

Pelillos a la mar, Carlos y Felipe dan a conocer la intención de cooperación ante la crisis económica. El príncipe de Gales hace apología de lo idóneo del Reino Unido para la inversión española, tanto de capital monetario, como humano.

Su deseo es crear oportunidades para jóvenes emprendedores de las empresas del futuro.  Y ayuda el dato a favor de que el soberano galés se sorprende del buen inglés que se maneja entre los españoles que encuentra a su paso por las calles más castizas.

Resumiendo, “Se ofrece, amablemente, oportunidades a los tan preparados jóvenes españoles”.
Otros lo llaman “Fuga de cerebros”.

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