miércoles, 8 de junio de 2011
Friends
Hoy no escribe la de siempre. Ni su mejor amiga. Ni su mejor amigo. Hoy escribe Phoebe.
Esta mañana he leído algo, sobre las relaciones de amistad y sentimentales, que me ha recordado varias conversaciones en las que he tenido que argumentar demasiado para mi gusto. Demasiado, también, para la sociedad "moderna" en la que vivimos. En esos momentos; y en otros; es cuando me planteo si realmente la sociedad ha evolucionado, en cuanto a prejuicios se trata, ó sigue anclada... quién sabe dónde...mientras aparenta progresar adecuadamente.
El tema a tratar ha sido, es y será: "¿Se puede tener amigos del sexo opuesto sin llegar a nada más de la pura amistad?"
¿Votos a favor?, el mío por lo menos... en contra... más de los que esperaba. Aún hay quien se aferra fervientemente al sentimental guión en el que Harry encuentra a Sally y todos sabemos lo que termina pasando. Eso, si no toman por bandera la desesperada lucha de Julianne; interpretada por una magnífica, eso sí, Julia Roberts; por parar la boda de su mejor amigo, Michael O'Neal.
Y es entonces cuando advierto cuánto daño ha hecho el cine... en el buen sentido, que habla una cinéfila de los pies a la cabeza. Pienso y me percato de la multitud de guiones en los que dos amigos de toda la vida ó, de un tiempo para acá, terminan enamorándose y comiendo perdices. Pero eso, a mi modo de ver, sólo es marketing. El amor vende y cuanto más enredo haya, mejor. Se hace irresistible romper la barrera del pudor, de lo bien hecho, de lo siempre visto, para pasar a lo sorprendente, lo innovador, lo liberal. Sobre todo se hace irresistible el romanticismo.
Precisamente por querer desatar las ataduras, nos hemos encontrado con más relaciones sin sentimiento de las que apetecen. Esas de las que si te he visto, no me acuerdo. En consecuencia buscamos historias que emocionen. Y qué más idílico que el romance entre dos mejores amigos; ó amigos sin más.
Esos que se complementan. Que huyen de todos y de todo y se abren el uno al otro. Que se cuentan, que se ríen, que se buscan, que se quieren. Que se quieren entre ellos, pero que se enamoran de otros. De sus parejas.
Esa es, en la mayoría de las veces, la historia real. Lo que pasa es que, gusta que esa compenetración avance, porque gusta la perfección; aunque no exista. Vale que existen los amigos que tras recorrer un camino llegan al mismo final del trayecto pero ello no tiene por qué regir en toda amistad.
Hay amigos con los que simplemente actualizais vuestras vidas de vez en cuando y os aseguráis de que ambos seguís ahí. Hay otros con los que tomar el café; también están los de las cañas. Hay amigos para verse casi a diario y están a los que no ves tanto como te gustaría pero con los que te comunicas todos los días.
Porque quien tiene un amigo tiene un tesoro y no todos correríamos cual Tom a parar la boda de su mejor amiga, Hannah. La amistad pura existe y habría que creer más en ella.
Otra cosa es que entremos en el juego de Natalie Portman y Ashton Kutcher dándonos derechos... porque ya se sabe que el juega con fuego se quema y porque se dice que la carne es débil. Pero eso queda para los modernos.
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